Este es un blog personal del autor, sólo contiene opiniones personales, absolutamente cuestionables.
Cuando diseñamos nos enfrentamos al papel en blanco, al terror al vacío, ¿ cuál es el primer trazo? Partimos de una realidad física: la parcela en la que implantaremos el edificio, de un programa de necesidades que nos proporcionan con el encargo del trabajo, de unas limitaciones urbanísticas del municipio en el que se construirá la infraestructura, de una normativa técnica exhaustiva que es obligado cumplir, que debemos tener presente desde el inicio para no llegar a forzar soluciones y obtener la aprobación de la oficina técnica de supervisión de proyectos.

La libertad para diseñar está limitada, es cierto, aunque parece que no para todos. Pero es necesario aplicar las condiciones establecidas para que el resultado tenga las máximas garantías de seguridad, de funcionalidad y de confort que se le puede y debe exigir a una infraestructura que vaya a soportar cualquier actividad humana, debe estar integrada en su entorno y no parecer un artefacto dispuesto en el territorio por la mano de un dios vikingo.
Todas esas condiciones están establecidas en la normativa técnica y determinadas por parámetros objetivos, en términos cuantificables casi todas ellas y, por lo tanto, comprobables por otro técnico a quien se asigne la responsabilidad de la supervisión del proyecto.

Hace algunos años tuve la curiosidad de enumerar la normativa técnica que cumplía uno de mis proyectos. Leyes, Decretos-leyes, Decretos, Reales-Decretos, Reglamentos técnicos, Ordenes Ministeriales, normativa estatal, autonómica, local… Cuando alcancé la cifra de 2000, dejé de enumerar. Normativa cuyo contenido hay que, evidentemente, conocer para poderla aplicar y también para supervisar.
No se tienen en cuenta en cambio, otros elementos que deberían ser valorados con igual o mayor rigor que los criterios objetivos: los no cuantificables numéricamente. Quizá sea difícil exigirlos, por la posibilidad de que su examen quede a un hipotético arbitrio del supervisor, pero sin duda mejorarían la calidad de los centros escolares.
Esos requisitos habría que considerarlos dentro de la categoría de «CRITERIOS BÁSICOS PARA EL DISEÑO DE CENTROS EDUCATIVOS«, y en mi opinión serían:
1. Integración con el entorno urbano.
Deberían respetar la escala urbana en la que se implantan, formar parte del entorno al que pertenecen, no ser un cuerpo extraño en el barrio o en la ciudad.
2. Posibilidad de desarrollo de cualquier proyecto pedagógico, presente o futuro del Centro.
Debería obtenerse el acuerdo del equipo directivo si existe, y si todavía no está constituido, el acuerdo de la Inspección Educativa.
3. Acogedor.
Debería ser seguro, no sólo desde el punto de vista estructural, de seguridad contra incendios, accesibilidad universal, etc., condiciones éstas ya reguladas por la normativa técnica, sino teniendo en cuenta la edad de los usuarios y los riesgos propios de la etapa de desarrollo en la que se encuentren.
Debería ser educativo, que aliente el comportamiento cívico, que los usuarios se identifiquen con el Centro y con la comunidad que representa, que les permita apropiarse, que lo sientan como suyo.
Debería ser alegre, colorido, cómodo, que les invitara a asistir y a permanecer en él. Que resultara atractivo y deseable su asistencia a diario, que el tiempo allí pasase sin darse uno cuenta.
4. Versátil, flexible y personalizado.
Debería permitir múltiples formas de aprendizaje simultáneamente.
Favorecer el encuentro y la creatividad.
Debería promover el trabajo colaborativo, que permita a los docentes trabajar de forma interdisciplinar.
5. Capaz de sustentar diversas y específicas actividades educativas.
Debería permitir experimentar los cuatro modos de aprendizaje global señalados por David Thornburg como metáforas primordiales del aprendizaje: fuego de campamento (aprender de un experto), abrevadero (aprender de los compañeros), cueva (aprender de la introspección) y vida (aprender haciendo).
6. Capaz de trasladar mensajes positivos a los alumnos.
Sobre lo que significa ser miembros valorados de una comunidad, sobre el cuidado y el respeto al medio ambiente.

En mi opinión personal, estos requisitos son los que todo proyecto de centro educativo debería cumplir al someterse a la supervisión de la administración competente en materia de construcción de centros escolares. Y sí, correr el riesgo de la discrecionalidad del supervisor, que si está debidamente formado evaluará la propuesta con criterio y la orientará hacia el éxito. Obviamente, y además, toda la normativa técnica que ya se exige actualmente y que es más fácil de evaluar según parámetros cuantitativos, aunque eso sí, con programas de necesidades adaptados a los nuevos tiempos.
Recuerdo un caso de construcción de un Centro de Infantil y Primaria en el que los usuarios «rebautizaron» el nombre de su Centro con el nombre de «la cárcel», no oficialmente, por supuesto, pero era el nombre con el que se referían a él. Muros de hormigón visto de gran altura, revestimientos interiores grises (suelo y paredes) y ausencia total de color les habían sugerido una prisión.
El autor del proyecto, que durante su ejecución se negó a incorporar color o elementos más amables y atractivos para los usuarios, con la justificación de así manifestar la autenticidad de los materiales empleados, terminó orgulloso su obra, creyendo haber materializado una buena propuesta. A los pocos años de estar en funcionamiento, los propios usuarios fueron incorporando el color que les había negado el proyectista.
Siguen dos ejemplos bellísimos, en los que se produjo esa falta de conexión entre el planteamiento del proyectista y las necesidades del usuario, dos iconos de la arquitectura moderna, cuyos autores son dos de los grandes maestros del siglo XX: el primero, la casa de la cascada de Frank Lloyd Wright y el segundo, la casa de la doctora Edith Farnsworth de Mies van der Rohe. Ambas prácticamente inhabitables por sus propietarios desde el día en que se construyeron.
Kaufmann encargó al arquitecto la construcción de su residencia de verano enfrente de la cascada, para poderla ver desde el interior de la casa; pero Wright la construyó encima y la cascada no puede verse desde el interior, quiso integrarla en ella, «que formara parte integral de sus vidas» en sus propias palabras, y el sonido del agua dentro de la vivienda es tan intenso que resulta insoportable permanecer en ella.


La doctora Edith Farnsword encargó a Mies una residencia de fin de semana en el bosque, junto al río Fox, que se desborda con frecuencia e inunda la casa, la falta de intimidad que suponen los cerramientos de vidrio y los problemas de filtraciones, la falta de calefacción en invierno (la formación de condensaciones en los vidrios) y refrigeración en verano ( con efecto invernadero) llevó a la doctora a denunciar a Mies por mala praxis, declarando en el juicio que «estaba atrapada en una jaula de cristal, expuesta en un escaparate, despojada de su intimidad» y que el arquitecto había ignorado sus deseos además de excederse en el presupuesto.
¿Hemos olvidado los arquitectos que la arquitectura tiene una función social y no es únicamente la expresión de la creatividad de su autor, ajena muchas veces a los intereses de quienes la deberían disfrutar y no sufrir ? ¿O acaso nos hemos desviado del camino?
Las seis condiciones básicas que he señalado más arriba ayudarían a aplicar las siguientes estrategias educativas para el siglo XXI:
–Aprendizaje centrado en el alumno.
–Colaboración entre docentes.
–Clima escolar positivo.
–Integración de la tecnología.
–Conexión con el medio ambiente, con la comunidad y con la red global.
Queda mucho margen para la creatividad del proyectista, para la imaginación y la fantasía, y desde aquí animo a arquitectos y docentes a colaborar en un fin común: construir espacios de aprendizaje amables, activos, dinámicos y flexibles, que sean realmente útiles al fin perseguido. Tenemos los profesionales de ambos colectivos una inmensa suerte, podemos dedicar nuestras capacidades a dos de las actividades humanas más satisfactorias que existen: enseñar y construir. Y podemos hacer de ambas una obra de arte.
«Toda obra de arte es hija de su tiempo, muchas veces es madre de nuestros sentimientos»
Vasili Kandinsky
(De lo espiritual en el arte)
Ideas clave para una arquitectura al servicio de la educación, de forma sostenible en el tiempo, adaptable a los usuarios actuales y futuros, que faciliten la aplicación de métodos fidacticos de forma variada y flexible.
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